Qué bonito es llegar cuando sabes que hay alguien que te espera, y que te dice ven. Y qué bonito es que cuando llegues, sientas que ese es el sitio donde realmente quieres estar.
Qué bonito es mirar a alguien a los ojos y saber, sin lugar a dudas, que es él. Y qué bonito es que te abrace por sorpresa, sin esperarlo y te susurre que todo va ir bien.
Qué bonito es esperar nerviosa su ausencia cuando no está. Y qué bonito es que llegue y sólo él sepa tranquilizarte cuando no dejas de temblar.
Qué bonito es que sepa que a ti te encanta y que prefiera no decirlo por si desaparece la magia. Y qué bonito es que te quiera sin necesidad de decir esas palabras.
Qué bonito es que alguien te ilusione y te de las fuerzas suficientes para enfrentarte a todos los comos de la vida. Y qué bonito es que él se ilusione también, justo a la vez.
Qué bonito es saber que ese alguien es algo tuyo y que aunque no sepas como, ni cuando, ni porque apareció en tu vida, te transmita ese algo que te haga saber que pase lo que pase, jamás se va marchar.
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