A lo largo de nuestra vida el ser humano es capaz de cometer una infinidad de errores... Errores que nos atormentan, que nos quitan el sueño, que nos perturban el alma e incluso y hasta irónicamente errores que nos alegran la vida. Su historia me recuerda a la de muchas almas ya perdidas, es de esas historias que tienen como culpable la distancia, la desdicha de no ser correspondido y esa sensación de enamorarse de más. Siempre me habló del verbo vibrar, me dijo que cuando alguien de la nada es capaz de hacerte temblar y activar los cinco sentidos de tu cuerpo con sólo rozarte sería algo por lo que merecería la pena luchar. Me hablaba de sueños reales, de palabras de amor que rimaban solo siguiendo el ritmo de sus cuerpos, de brillo en las miradas, de días que ansiaban la noche y del hombre perfecto. Pensó que su vida volvía a recobrar el sentido de las cosas que lo habían perdido. Hasta que un día la vi llorar, y fueron las lágrimas más tristes y sinceras que jamás antes había visto. Él se había ido, se había marchado, él se fue y ya para no volver. Me contó que no sabía que dolía más, que se haya ido o la soledad que le esperaba sin él y las dudas de si esa noche tenía que haberle dicho quédate y no un hasta la próxima vez.
Maldita la hora en la que te enamoraste amiga mía, en la que prometiste jurar amor eterno a alguien que ya sólo será inmortal en tus recuerdos. Maldita la hora en la que lo arrastraste a tu vida sin previo aviso y lo quisiste hacer tuyo. Maldita la hora en la que creíste cada una de sus mentiras y maldita la hora en la que soportaste que acariciara de vez en cuando cada rincón de tu pequeño cuerpo.
Ella cometió uno, cometió un error, un error que aun así después todo y de algún tiempo recuerda como el más bonito de su vida, porque sólo aquel que no se haya enamorado no lo entenderá jamás.